lunes, 29 de julio de 2013

Caminando

Comenzamos a andar. 
24 personas con unos cuantos kilos de mochilas a las espaldas, decididos a emprender un gran camino hasta la cima, con la luna como sol.
La buena compañía hace que la marcha se disfrute a cada momento, incluso cuando el cansancio comienza a manifestarse.
Las cuestas empinadas y los caminos de piedras sueltas estrechos, me obligan a mantener en todo momento la vista en el suelo. Pero cuando de repente paro y levanto la vista, me encuentro una de la más hermosa estampa que hasta ahora han visto mis ojos...


Se acaba el pequeño descanso y nos ponemos en marcha de nuevo. Las ganas de llegar sumadas al cansancio que a cada paso crece un poco más, dejan en mi una extraña sensación. Algo que quizá no pueda explicar. Pero que en ningún momento me arrebata la emoción de participar en esta pequeña aventura.
Y después de pisar unas cuantas piedras sueltas y deslumbrar a algún que otro compañero con la linterna, por fin llegamos a la cima. Nuestra ansiada meta.
Improvisamos nuestras pequeñas habitaciones de hotel y nos dejamos vagar por nuestros sueños.
El hecho de que hiciera frío y no estuviera en la posición más cómoda para dormir, no quiere decir que no disfrutara de la noche. Despertarme a cada hora, mirar al cielo y ver las miles de estrellas que rodeaban la luna llena de esa noche, es algo que no se puede apreciar en cualquier sitio. El color tan peculiar que tenía la luna, la hacía aun más increíble.


A las 6:30 de la mañana del día siguiente, ya se están guardando los sacos de dormir. Emprendemos el camino de vuelta con la misma emoción que el día anterior, pues ahora podríamos apreciar todos aquellos elementos que antes no pudimos.
A pesar de que no fue la noche en la que más he dormido ni descansado de mi vida, he de decir, que han sido 2 días inolvidables para mi. Muchos suspiros y muchas risas. Increíble.


Lorena Cazorla

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