martes, 31 de julio de 2012

Lágrimas caídas

[...] El abanico se mueve más rápidamente para evitar que caigan lágrimas involuntarias. Sacan pañuelos, aquellas personas que no las evitaron. El niño llora desconsoladamente la muerte de su padre, al que venció el cáncer. Solo, en aquel atril, dedicándole sus últimas palabras. Con las lágrimas cayéndole por las mejillas, termina su carta y, en un silencio ensordecedor, se dirige a su asiento. Cuando se sienta, su madre le acaricia la cabeza suavemente, su único consuelo.




                                                                                                          Lorena Cazorla

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