Pero no fue hasta la semana pasada cuando descubrí que todo esto era cierto.
El encanto que rezuman sus calles y la historia que esconde cada ladrillo de esta ciudad, transmiten nostalgia de tiempos no vividos. Ahora es cuando siento desde dentro las fabulosas historias basadas aquí.
Descubrimos los monumentos más emblemáticos, pues el escaso tiempo que permaneceríamos en París no daba para mucho más.
Desde que partimos desde Málaga, no pude dejar de observar las increíbles vistas que me brindaba este mundo.
El mar de nubes que se extendía bajo el avión...
Y después de arrastrar la maleta unas cuantas horas y atravesar el laberinto del metro, llegamos al hotel, donde por fin descansamos y nos preparamos para el gran día que nos aguarda.
Nunca olvidaré el momento en el que me giré y justo ante mi, tenía ese gran monumento que todos conocen... ¡La Torre Eiffel! Más grande de lo que podría haber imaginado. Espectacular.
Pero sin duda, lo mejor fue cuando, después de casi 2 horas de cola, pudimos subir a lo más alto. Contemplar la gran ciudad de París a nuestros pies...
El gran paseo por el Sena, acompañada por turistas de varias nacionalidades y observando los incontables puentes y grandes obras.
Y así transcurrieron los 4 días. Observando las maravillas que forman París, sintiéndome cada día parte de ella.
Lorena Cazorla
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